El vínculo entre moral y religión
En la vida diaria vemos que los hombres verdaderamente religiosos son también morales y viceversa, y la historia nos demuestra que en las épocas en las que la religión floreció, lo hizo también la moral, del mismo modo en que el impulso de la moral atrajo consigo al de la religión, mientras que la decadencia de una siempre trajo consigo la de la otra.
La semejanza entre religión y moral se reduce a lo siguiente:
a. Tanto la religión como la moral le dan un valor especial a la personalidad humana, porque consideran al hombre como un ser superior a los demás, religioso y moral. Para la religión, el hombre es la imagen y semejanza con Dios, Su criatura elegida, Su hijo. El hombre tiene un valor perenne ante Dios. Desde un punto de vista moral, la voluntad autónoma del hombre es una cosa tan grande, que hizo que Kant dijera: “Dos cosas me llenan de admiración el alma: el cielo estrellado sobre mi cabeza y la conciencia del hombre”.
Tanto la religión como la moral enaltecen, entonces, al hombre, lo hacen pasar de la esfera de la materialidad y la sensualidad al mundo de los valores, y lo hacen más noble, más bueno.
b. Tanto la religión como la moral buscan la felicidad del hombre: la moral asegura la felicidad en la vida terrenal, y la religión la asegura en esta vida y también en la vida futura. El hombre moral o virtuoso está agradecido en lo profundo de su alma y, en consecuencia, es feliz (incluso según la moral rigorista de Kant), y la religión le promete la felicidad tanto en la tierra como en el Cielo. “Si así lo queréis y me obedecéis, comeréis de las bondades de la tierra” les dijo Dios a los israelitas. “Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que son perseguidos, porque de ellos es el Reino de los Cielos”, dice nuestro Señor Jesucristo.
c. Tanto la religión como la moral presuponen la idea de sanción y operan con ella; es decir que ambas enseñan que la virtud o la acción virtuosa debe ser recompensada, y el vicio o mala acción tiene que ser sometido al castigo. La sanción de la moral es inmanente y relativa, en tanto que la sanción de la religión puede ser algunas veces inmanente, pero en su verdadero aspecto es trascendente y absoluta.
d. Tanto en la religión como en la moral, la idea de libertad es lo que conforma lo específico de los actos religiosos y morales, porque hemos dicho que la religión es la relación consciente y libre del hombre con Dios, y la moral puede ser definida como la ciencia de los actos libres del hombre. Cualquier acto por el cual se manifieste la relación del hombre con Dios, no es verdaderamente religioso, si el hombre no es plenamente libre en su realización, tal como el más noble de los actos no es moral, si su autor no lo ejecuta con total libertad.
Entre religión y moral hay, entonces, un vínculo muy estrecho, sin que por esto se confundan una con otra. La relación entre ambas es de reciprocidad, es decir que una condiciona a la otra. La religión produce moral y tal como es la religión así es también la moral.
Si la idea de Dios es degradada, también lo será la moral y viceversa, porque la divinidad es siempre el ideal de la vida moral. En la mayoría de tribus salvajes y en los pueblos semitas de la antigüedad reinaba la peor de las inmoralidades, porque su misma concepción de la divinidad era inmoral, en tanto que en las religiones superiores como el parsismo, las creencias mosaicas y el cristianismo, hay una moral superior, porque su concepto de divinidad es espiritual.
La relación de reciprocidad entre religión y moral se observa también en la vida de cada día y es confirmada por la historia. En la vida diaria vemos que los hombres verdaderamente religiosos son también morales y viceversa, y la historia nos demuestra que en las épocas en las que la religión floreció, lo hizo también la moral, del mismo modo en que el impulso de la moral atrajo consigo al de la religión, mientras que la decadencia de una siempre trajo consigo la de la otra.
La religión sin moral es, entonces, como un árbol seco, y la moral sin religión es como una fruta cuyo centro carece de una corteza que la proteja.
Seguramente hay también una moral independiente de la religión. Así es la moral budista, así fue la moral de los filósofos griegos, como Sócrates, Aristóteles y los estoicos, que era puramente racionalista; actualmente todavía hay sistemas de moral llamadas: utilitarista, evolucionista, positivista, sensualista, naturalista, sociológica, autónoma, del egoísmo, del poder, del pesimismo, del inconsciente, etc.
(Traducido de: Mitropolitul Irineu Mihălcescu, Teologia luptătoare, Ediția a II-a, Editura Episcopiei Romanului și Hușilor, 1994, pp. 29-31)