¡Hermanos cristianos! Cuando oramos durante la Divina Liturgia y, sobre todo, cuando presentamos el prosforon al altar, para que de este se extraigan las partículas por la salud y salvación de los vivos, y por el descanso de los difuntos, entramos en comunión, en la proscomedia y la Liturgia misma, con el Señor, con la Madre del Señor, con San Juan el Bautista, los profetas, los apóstoles, los mártires, los justos y todos los santos. ¡Oh, nobleza del cristiano! ¡Qué suerte y qué felicidad! ¡¿Con quién entramos en comunión?! ¡¿De qué grandes intercesores nos hacemos dignos?! ¡Con sus oraciones, ayúdanos, oh Dios! Además, renovamos diariamente nuestra comunión en Cristo, con toda la Iglesia terrenal. ¡Oh, Liturgia universal, que comprendes a todo el mundo! ¡Oh Liturgia, verdaderamente divina y deificante del hombre, don celestial, que conviertes a los hombres de terrenales en celestiales!

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, Sibiu, 2002, p. 171)