Palabras de espiritualidad

¿En dónde estás, Señor? ¡Dame Tu misericordia!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando dejas que tu alma llore y cierras todo hacia afuera para impedir que esas lágrimas se pierdan, generas un sentimiento (de Dios) aún más fuerte. Y entiendes que tienes a Alguien que conduce tu vida.

Sobre el retiro en el desierto, instituido por Jesús

“¿En dónde estás, Señor? ¿En dónde estás? ¡Dame Tu misericordia!”.

Empieza con ese “¿En dónde estás?”, pero, inmediatamente, entendiendo que ha cometido un error, porque no es digno de verlo a Él —ya que esto implicaría incluso perder la vida misma— prosigue de una forma más correcta: “¡Dame Tu misericordia!”. Mi misericordia eres Tú. Tú eres el único que puede apiadarse de mí y sacarme del “foso de la desgracia” (Salmos 39, 2), de lo profundo de Tu ausencia y la mía. De Tu ausencia para mí y de mi ausencia de Tu vida espiritual.

Hermanos míos, el alma llora. Y llora fácilmente, porque Dios es su único pariente. En consecuencia, ¿hay algo más natural que el hecho de buscarlo y distinguirlo, cuando siente que es invisible? Cuando dejas que tu alma llore y cierras todo hacia afuera para impedir que esas lágrimas se pierdan, generas un sentimiento (de Dios) aún más fuerte. Y entiendes que tienes a Alguien que conduce tu vida. Sientes que Alguien ha tomado el timón, que Alguien te ha cogido de la mano y te guía. Y es que has empezado ha ser gobernado por la Gracia Divina. Esa Gracia que te refresca, que llueve sobre ti y te hidrata.

De momento, es posible que tus ojos aún sigan siendo ciegos. Es posible que también tu tacto siga siendo insensible. Pero la Gracia de Dios es un rocío que percibes en el acto. Esto tiene una importancia especial. En primer lugar, porque te abandonas completamente en Sis manos. Y, luego, porque es imposible hacer la más ínfima de las cosas sin Él. Aunque adquieras el esplendor de las estrellas, la justicia de los cielos o todas las virtudes de nuestra Iglesia, nada podrá llegar a tu interior y crear allí un corazón nuevo, sino la Gracia de Dios.

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Despre Viață. Cuvânt despre nădejde, Indiktos, Athena 2005)