Palabras de espiritualidad

En el matrimonio, los esposos deben conocer sus propias obligaciones

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

En el caso de las mujeres, las esposas jóvenes ya no sabemos aceptar a nuestros esposos, que son así como fueron educados —así como los elegimos, así son ellos— pero, aunque los amamos, no sabemos recibirlos en casa. Y no sabemos cómo cambiarlos, para bien, con nuestro comportamiento. Y luego quisiéramos transformarlos mediante himnos acatistos y oraciones. Pero no lo conseguimos, porque no hemos hecho ni siquiera un mínimo esfuerzo en aprender a ser amables cuando vuelven a casa o crear un ambiente agradable cuando parten de ella.

A veces nos preguntamos cómo es que hemos llegado a alejarnos tanto de aquello que San Pablo puso en un lugar tan alto, tan honroso. ¿A qué me refiero? A la relación entre esposo y esposa. ¿Por qué le damos tanta importancia a lo que San Juan Crisóstomo, en aquellas “Once normas canónicas”, dispone para el matrimonio? ¿Por qué hacemos del noviazgo una relación interminable? ¿Por qué somos tan indecisos y tan falsos, entre muchas otras cosas, en las relaciones de noviazgo? Porque no entendemos que el “eros” lleva al “ágape”.

¿En qué consiste lo “sensual”? Es muy difícil de definir. Porque la sensualidad no es algo propio de determinada situación. Porque no todas las personas necesitan de la sensualidad. Hay un libro reciente, que ofrece muchos consejos para la esposa joven. Se trata de un libro muy interesante, porque intenta devolver a la mujer a su rol original. E insiste en que lo mejor es poner a la mujer y al hombre en sus respectivas obligaciones. Ciertamente, ya ni conocemos cuáles son nuestras obligaciones. En el caso de las mujeres, las esposas jóvenes ya no sabemos cómo recibir a nuestros esposos, que son así como fueron educados —así como los elegimos, así son ellos— pero, aunque los amamos, no sabemos recibirlos en casa. Y no sabemos cómo cambiarlos, para bien, con nuestro comportamiento. Y luego quisiéramos transformarlos mediante himnos acatistos y oraciones. Pero no lo conseguimos, porque no hemos hecho ni siquiera un mínimo esfuerzo en aprender a ser amables cuando vuelven a casa o crear un ambiente agradable cuando parten de ella.

(Părintele Nicolae Tănase, Soțul ideal, soția ideală, Editura Anastasis, Sibiu, 2011, p. 225)