En la iglesia, el canto divino llega hasta nuestro corazón
Hermanos, debemos eliminar toda nuestra impureza con el arrepentimiento y, así, caminar hacia Él, limpiando con lágrimas todos nuestros pecados conocidos y desconocidos.
Reunámonos en la iglesia, porque aquí encontraremos la salud para nuestra alma y nuestro cuerpo. Aquí tiene lugar, indescriptiblemente, un misterio inenarrable. Aquí, el divino canto habla a los oídos de nuestros corazones. Aquí, la oscuridad del pecado es alejada de nuestro corazón. Aquí, el Divino Hijo permanece sobre la Santa Mesa de forma inefable, rebosando, cual cordero, Su santa Sangre para nosotros, para el perdón de nuestros pecados, deseando hacernos herederos de Su Reino.
Por eso, hermanos, debemos eliminar toda nuestra impureza con el arrepentimiento y, así, caminar hacia Él, limpiando con lágrimas todos nuestros pecados conocidos y desconocidos. Sometamos nuestro corazón por medio de la humildad, así como Él descendió por nosotros, haciéndose, a la vez, Dios y Hombre, con tal de salvar a la humanidad del embaucamiento del maligno. Y Él nos mostró el camino de la salvación, diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque hallarán consuelo”.
Quien no llore aquí por sus pecados, inútilmente llorará en el tormento eterno, sin recibir consuelo alguno.
(Traducido de: Sfântul Clement de Ohrida, Cuvinte şi învăţături de folos pentru orice creştin, Editura Sophia, 2014, p. 25)