Palabras de espiritualidad

¿En qué consiste tener un padre espiritual?

    • Foto: Adrián Sarbu

      Foto: Adrián Sarbu

Translation and adaptation:

Lo importante es que cada cristiano le pida a Dios un confesor que le pueda ayudar y, al mismo tiempo, tener la suficiente humildad para obedecerle.

Es bueno que el mentor espiritual enseñe con sus palabras y también con su forma de vida. San Isidro de Pelusa dice que “es mejor una vida sin palabras, que las palabras sin vida; pero, si vida y palabras se unen, conforman un verdadero ícono de la filosofía.

Personalmente, creo que un verdadero padre espiritual debe saber “ver” con su espíritu. Si no lo hace, actuará siempre de forma improvisada, como si fuera un simple funcionario eclesiástico. En mi caso, no me considero un confesor que pueda “ver” con el espíritu, por eso reconozco que no soy un buen padre espiritual. Es decir que suelo basarme en lo que me dice la persona, no en lo que podría saber con anticipación sobre ella. Y, ciertamente, yo tendría que conocer con antelación los problemas que cada persona viene a confesarme. Esto es algo que tendrían que hacer todos los padres espirituales, aunque ignoro quiénes han alcanzado semejante nivel.

Lo importante es que cada cristiano le pida a Dios un confesor que le pueda ayudar y, al mismo tiempo, tener la suficiente humildad para obedecerle.

La mayoría de nuestros fieles no tienen un padre espiritual. Los que se confiesan una sola vez al año, en el Ayuno Mayor, es como si no tuvieran un padre espiritual. Algunos se confiesan en dos minutos o menos... ¡esos tampoco tienen un padre espiritual! Tiene un padre espritual aquel que se deja guiar, el que pregunta, el que acepta un consejo, el que busca la solución a sus conflictos, el que se mantiene en contacto permanente con su preceptor. Si no es así, no tiene un padre espiritual, sino simplemente un sacerdote al que acude de vez en cuando para confesarse y después seguir con lo suyo.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 49)