Engendrar hijos, verdadero cimiento de la familia
Procrear hijos es el deber más grande de los dos esposos que se unen en matrimonio. Éste fortalece y perfecciona la vida conyugal y es, además, una fuente de salud.
Procrear hijos es el deber más grande de los dos esposos que se unen en matrimonio. Éste fortalece y perfecciona la vida conyugal y es, además, una fuente de salud. Cuando esta obligación no es consumada, el Sacramento del Matrimonio se desvanece. Por eso, Dios bendijo al primer hombre, Adán y creó a la primera mujer, Eva, para que diera a luz a sus hijos. La procreación ayuda mucho en la búsqueda de la salvación de los padres, como dice San Pablo, que la mujer “se va a salvar engendrando a sus hijos” (I Timoteo 2, 15). Si los padres desean que sus hijos sean buenos, juiciosos y sanos, deben ser primero ellos buenos, creyentes, obedientes de la Iglesia y llenos de temor de Dios. Porque los niños son, de hecho, hijos de sus propios padres.
(Traducido de: Arhimandrit Cleopa Ilie, Îndrumări duhovniceşti pentru vremelnicie şi veşnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 51)