Enseñando a nuestros hijos a no ser egoístas
Es muy importante la práctica de la caridad en la familia.
La compasión es algo que los niños pueden aprender del mismo modo en que aprenden todo lo demás. Por eso es tan importante la práctica de la caridad en la familia. Los padres pueden estimular la compasión en sus hijos, enseñándoles, con palabras y acciones, que no se trata de dar “limosna” ni de juzgar la situación de los más necesitados, sino de aprender a reconocer una lumbre de la naturaleza divina en cada persona y de tratar a cada uno con la misma dignidad; es decir, aplicando una “Norma de Oro”.
Los niños necesitan entender sus propios sentimientos, antes de entender los de los demás. Es necesario concientizar el hecho que todos tenemos una responsabilidad para con los demás, y que tanto nuestras buenas obras como nuestra participación en los problemas del otro son cosas que debemos practicar todo el tiempo, aún cuando impliquen sacrificio y esfuerzo. Un padre juicioso sabrá sembrar esta semilla en el alma de su hijo. Y ésta crecerá, hasta llegar al estado de concientizar el rol de cada uno en la familia, en la comunidad, en el mundo, en la Iglesia, en la entera creación.
El niño que sepa ser compasivo con los que le rodean, podrá a percibir su “yo” auténtico: se percibirá a sí mismo como un “niño crístico”, un hijo de Dios en Su Reino eterno, llegando a entender que el amor de Dios habita en su alma y que sus acciones pueden ayudar a quienes más lo necesitan. Con esto, el niño no se volverá una persona egocéntrica, pretendiendo la satisfacción inmediata de cada uno de sus caprichos, sin pensar en los demás. Al contrario, será una persona que siempre pensará en los demás, participando, con todo su corazón, de sus penas y sufrimientos.
(Traducido de: Elizabeth White, Cum îndrumăm copilul în viaţa duhovnicească, Editura Sophia , Bucureşti, 2012, p. 86)