¡Entiende, hermano, que Dios te ama!
Si de verdad amaras a Cristo, tu vida sería diferente. Serías un humano real, verdadero; irradiarías luz y paz a tu alrededor. Harías de la enseñanza de Cristo una enseñanza viva.
En cada persona hay una luz. Pero para cada llegará el momento —dispuesto desde lo alto— en el que podremos vernos tal como somos y correremos a buscar a Cristo. Hermano, Dios te ama por la luz que hay en ti, por lo bueno que hay en tu interior, y no por tus pecados, manchas u oscuridades. No es posible estar al mismo tiempo con las cosas del mundo y con Dios: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la encontrará” (Marcos 8:35).
Si de verdad amaras a Cristo, tu vida sería diferente. Serías un humano real, verdadero; irradiarías luz y paz a tu alrededor. Harías de la enseñanza de Cristo una enseñanza viva, la vivirías y serías feliz ya desde aquí, en la tierra, entendiendo que no hay razón para perturbarte, que la aflicción y la tribulación, al igual que la alegría, son pasajeras. Entenderías que tu vida, tal como es, tiene un propósito determinado por Dios y que, cumpliendo Sus preceptos, alcanzarás la vida eterna.
(Traducido de: Preotul martir Constantin Sârbu, Lacrimă și har, Editura Bonifaciu, Bacău, 2010, p. 177)