¿Eres de los que se miman a sí mismos?
Estás en la iglesia y sientes la tentación de apoyarte contra la pared. Resiste ese impulso y mantente de pie,
No tener compasión de uno mismo no significa desear que los montes se nos vengan encima, sino simplemente seguir viviendo la misma vida de siempre, pero sin permitirnos mostrarnos débiles ante nada en particular… Por ejemplo, suenan las campanas para los Maitines. La voz del cuidado de uno mismo nos susurra: “¡Quédate acostado un minutito más…!”. ¡No le hagas caso! Si te levantas inmediatamente, le acabas de dar un bofetón al deseo de mimarte, de cuidarte en exceso. O estás en la iglesia y sientes la tentación de apoyarte contra la pared. Resiste ese impulso y mantente de pie… ¡y ya le diste otro golpe! O te pasa por la cabeza salir un rato al atrio para tomar aire… Si rechazas esa idea, ¡un golpe más! Llegas a casa después de los oficios litúrgicos y te dan ganas de acostarte: ¡no lo hagas! O quieres recostarte un poco para leer un libro. ¡No te lo permitas! Mejor siéntate bien y lee en esa posición. Y así, hazlo con todo. Tal vez parezca una pequeñez, pero es de cosas pequeñas que se forma algo grande. Al final del día, la conciencia te dirá que has estado firme en tu puesto de guardia. Y eso te dará una gran confianza y un gran alivio.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, p. 84)