¿Eres un esclavo de la vanagloria?
¿Eres, hermano, incapaz de soportar el desprecio de los demás? ¿Te dejas llevar por la sed de elogios y por la constante preocupación por el “qué dirán”?
El orgullo, el amor propio, la vanagloria, la arrogancia, la altivez y la soberbia son las distintas formas de un solo fenómeno fundamental: el egocentrismo. Conservaremos este término genérico, que abarca todos los conceptos enumerados más arriba.
De todas esas palabras, por su significado más profundo se distinguen dos: la vanagloria y el orgullo; de acuerdo a “La Escala” (de San Juan Climaco), son como el joven y el adulto, el grano y el pan, el principio y el final.
Los síntomas de la vanagloria, de este pecado primordial, son los siguientes: la incapacidad de soportar el desprecio de los demás, la sed de elogios, la búsqueda de formas más simples para alcanzar un objetivo, la constante preocupación por el “qué dirán”.
‟La vanagloria advierte desde la distancia cuando se acerca un potencial espectador y, en cosa de segundos, al iracundo lo hace manso, al socarrón lo hace parecer serio, al distraído le da la apariencia de concentrarse, al voraz le da el aspecto de un ser refrenado, etc.”. Todo eso, mientras haya espectadores…
La timidez del niño y el adolescente puede ser también una manifestación del amor propio y la vanagloria en el corazón del individuo.
Esa orientación según la presencia de otras personas explica, asimismo, el pecado de la auto-justificación, que a menudo se inmiscuye cuando nos confesamos: “Soy un pecador como todos”, “No tengo más que pecados menores… no he matado a nadie, no he robado nada”, etc.
En el diario de la condesa Sofía Andreyevna Tolstaya hay consignado un pasaje característico: “Y el hecho de que no supe criar a mis hijos (por haberme casado cuando era muy joven y haber vivido encerrada durante 18 años en una casa rural) me atormenta constantemente”. La frase principal de arrepentimiento queda completamente desmontada con la auto-justificación escrita entre paréntesis.
(Traducido de: ruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 48-49)