Palabras de espiritualidad

Es imposible vivir sin conflictos

  • Foto: Benedict Both

    Foto: Benedict Both

Pidiéndole a Dios que te llene de paz y bendiciones, te deseo sinceramente todo lo mejor para tu alma. Recuerda, hay que tener paciencia en las cosas exteriores, esas que no dependen de ti.”

«Me escribes sobre un suceso que te dejó una impresión desagradable. ¿Qué podemos hacer? Los hombres de la antigüedad decidieron que no es posible vivir sin proverbios, y dijeron que “una olla con otra siempre terminan chocando”; así, cuando varias personas viven juntas, no es posible que no surjan conflictos entre ellas. Y esto sucede precisamente por causa de la divergencia de opiniones sobre un sinfín de cosas: uno piensa una cosa, otro algo distinto, uno cree que tiene la razón, otro está convencido de estar en lo correcto. En aritmética uno más uno es igual a dos, y dos más dos es igual a cuatro; en las fracciones, una cifra va arriba y otra abajo, poniendo entre ellas una línea. Lo mismo ocurre en las cosas de los hombres. Si lo que se reparte es mucho, tanto arriba como abajo habrá descontento, y en medio cualquier clase de obstáculo.

Esto mismo te lo he dicho antes: si crees en la Providencia de Dios y esperas en Su todopoderoso auxilio, no encontrarás ningún problema en tu camino... y te beneficiarás siempre de la fuerza de la paz espiritual. Cuando, sin embargo, te preocupas por lo que ni siquiera podría ocurrirte (porque las suposiciones suelen ser falsas), en vano te intranquilizas.

Temes que te rechacen. Pero, en las cartas que suelo recibir, no he encontrado tan siquiera alguna alusión a ello, y no creo que nadie proceda de tal forma contigo, si no surge algún imprevisto, algo extraordinario. ¡Cuántas cosas se imaginan las personas! No les prestes atención. (...)

Te aconsejo que sigas el camino del medio. Esta es una regla de oro en tu relación con los más grandes y los más pequeños, ensforzándote en no insistir en lo tuyo y cumpliendo con tus deberes, según puedas, conduciéndote con temor de Dios y de acuerdo a lo que te dicte tu conciencia.

Pidiéndole a Dios que te llene de paz y bendiciones, te deseo sinceramente todo lo mejor para tu alma. Recuerda, hay que tener paciencia en las cosas exteriores, esas que no dependen de ti.

Sé que esperabas paz, consuelo... pero recibiste tristeza.

¿Qué puedes hacer? No te acongojes, sino que consuélate pensando que no eres más bueno que el rey David, quien soportó toda clase de aflicciones por parte de quienes le rodeaban, pesares mil veces más grandes que los tuyos. No te los describiré totalmente, sino sólo te diré que su hijo, Absalón, decidió destronar a su propio padre y atentó contra él... Sin embargo, David se humilló con sinceridad ante Dios y los hombres, y no rechazó las amonestaciones, sino que reconoció sus propias faltas ante Dios. No hace mucho recordaba que Dios le ordenó a Simei que maldijera a David. Pero, por su humildad, Dios no sólo le terminó perdonando, sino que hasta le devolvió su reino.

Luego, debemos ser juiciosos: necesitamos procurar hacer lo necesario para recibir la misericordia de Dios y la salvación enterna, no para recibir el reino de este mundo, que se cae de las manos del hijo. De hecho, Dios puede enmendar al hijo, sólo si este quiere rendirse a la poderosa mano del Señor. Para esto, necesitamos orar humildemente y con fe a Dios, para que nos llene de sabiduría».

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina,  Sfaturi pentru familia creștină, Ed. Platytera, Bucurști 2006, p.50-52)