No. Una cuestión de voluntad es entrar en la alegría de Dios. Y esa felicidad la alcanzamos entrando por las puertas que nos llevan a ella. Es una cuestión de voluntad, también, cumplir con los mandamientos de Dios. Podría decir que es, más bien, cosa de “estirar” la voluntad, porque usualmente entendemos por “voluntad” esa fuerza natural que dice: “¡Quiero!”. Pero esta es una voluntad que dice “¡Hazlo así!”, aunque finalmente admite: “¡Quise, pero no pude!”.

¿Por qué? Junto a la voluntad, hay en nosotros otra fuerza que en el lenguaje moderno se llama “motivación”. Nosotros la llamamos una “fe fuerte” o ser decididos en la fe. La sola voluntad no puede hacer nada. Mi cuerpo tiene una promesa que, si hace alguna cosa, sucederá tal otra; luego, él utilizará esa “voluntad” para obtener lo que se le ha prometido.

Si a mi alma se le ha prometido algo y ella lo desea, todas sus fuerzas serán “motivadas” a seguir aquella voluntad. Veamos el caso de muchos que comienzan fuertes en el camino a la fe, pero finalmente desaparecen. ¿Por qué? Porque era sólo un acto de voluntad. Voluntad no es el caballo, sino la rienda. ¡Pero no he conocido a nadie que, intentando cabalgar, haya llegado a algún sitio utilizando solamente el freno!

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Meşteşugul Bucuriei, volumul II, Editura Doxologia, Iaşi, 2009, p. 206)