“¡Es más importante ser como debes ser, que casarte con quien debes casarte!”
Cuando amamos verdaderamente, sentimos que nuestras preocupaciones, nuestras alegrías y tristezas, indiferentemente de su intensidad o dimensión, se tornan pequeñas e insignificantes, comparadas con las de la persona a quien amamos.
El espíritu de sacrificio y el deseo de alcanzar la comprensión mutua deben ser una constante y lo principal en la familia cristiana. Cuando amamos verdaderamente, sentimos que nuestras preocupaciones, nuestras alegrías y tristezas, indiferentemente de su intensidad o dimensión, se tornan pequeñas e insignificantes, comparadas con las de la persona a quien amamos. Vivimos nuestra vida desde la perspectiva de la suya. Nos olvidamos de nosotros mismos, nos ponemos en un segundo plano, pensado y viviendo desde la perspectiva espiritual del otro. Somos capaces de sacrificar nuestra propia felicidad y hacer todo por el bien y la felicidad del otro, lo que, a la vez, nos causa una alegría verdadera, aunque esto implique ofrecer nuestra propia vida. Por eso, consideramos que la familia es la escuela de la renuncia personal, en pro del bien familiar, y un altar de sacrificio al servicio de los más bellos y altos ideales cristianos: el amor, la comprensión, la fe, la salvación. Con relación a la armonía conyugal, que debe dominar en la familia, no podemos dejar de reprobar la práctica del divorcio. A los esposos que se hallan a las puertas de tomar tal decisión, les proponemos las siguientes palabras de sabiduría: “¡Es más importante ser como debes ser, que casarte con quien debes casarte!”. Estas palabras subrayan una enorme necesidad de la vida familiar: la de aprender a dejar atrás, vista también como el intento de volvernos compañeros ideales, ejemplos y modelos para todos los demás miembros de la familia. Antes de pedirle al otro que sea un esposo o una esposa ideal, intentemos serlo nosotros mismos.
(Traducido de: Preot Prof. Iona C. Teşu, Patima desfrânării şi lupta împotriva ei, Editura Credinţa strămoşească, 2003, p. 130-131)