Es mejor no creernos los elogios ni los insultos que los demás nos hagan
Haciendo esto, no te enaltecerás demasiado, sin alas, ni te rebajarás mucho, sin tener dónde apoyarte.
En este mundo, todos somos como mercadería expuesta para ser vendida. Algunos comerciantes elevan nuestro precio hasta las nubes, en tanto que otros lo reducen a la nada.
Todo el tiempo, los elogios o las ofensas que vienen de los demás dividen nuestra alma en dos: por una parte, nos alegramos por ser encomiados, y, por la otra, nos entristecemos con las injurias y las difamaciones de los demás. Y, a la inversa: con la parte con la que nos alegramos nos podemos entristecer; del mismo modo, con la parte con la que nos entristecemos, bien podemos alegrarnos. Pese a lo anterior, sentimos, en lo más profundo de nuestra conciencia, que ni los elogios ni las difamaciones alcanzan a decir todo sobre nosotros.
Por eso, tenemos que estar atentos cuando recibamos muchos elogios, y también al ser insultados. Porque es mejor considerarse menos que lo que dicen los elogios, y más que lo que dicen las injurias que otros profieran en contra nuestra.
Haciendo esto, no te enaltecerás demasiado, sin alas, ni te rebajarás mucho, sin tener dónde apoyarte.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Învățături depre bine și rău, traducere de Pr. Teofil Petrescu, Editura Sophia, București, 2006, p. 29)