Palabras de espiritualidad

Es necesario entender la razón de las tentaciones

    • Foto: Benedict Both

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Por medio de las tentaciones se realiza nuestra purificación, nuestro acercamiento a Dios y también nuestra filiación espiritual.

Las tentaciones son como las tormentas del mar: durante una borrasca marina, toda la suciedad que se ha ido acumulando en las aguas es arrojada afuera. Con esto, el mar se limpia y después se vuelve a calmar. Por medio de las tentaciones se realiza nuestra purificación, nuestro acercamiento a Dios y también nuestra filiación espiritual, de manera que después de esto el hombre se vuelve un pequeño dios por la Gracia. Eso sí, también debemos pedirle al Señor que nos libre de la tentaciones que sobrepasan nuestras propias fuerzas, porque hay momentos en los que la salvación del hombre puede pender de un hilo. El don de la experiencia obtenido en las tentaciones tiene un valor más grande que el que viene desde el bienestar y la felicidad, porque este se va tan rápido como vino, en tanto que el don de la experiencia permanece durante toda la vida del hombre.

El beneficio de las tentaciones es muy grande, si provienen de Dios y nos son enviadas para que aprendamos. Por medio de las tentaciones alcanzamos la virtud. Pero, insisto, es importante que oremos para que no tengamos que enfrentar esas tentaciones que Dios no nos envía, pero sí permite que se nos acerquen, porque algunas de ellas son más fuertes que nosotros mismos. Él permite que esas tentaciones vengan a nosotros por causa de nuestro egoísmo. Desde luego que todos somos egoístas, pero en este caso estamos hablando del egoísmo que hace su morada en nuestro interior y al cual no queremos echar de ninguna manera. Es entonces cuando Dios permite que enfrentemos tentaciones más fuertes que nosotros mismos. ¿Qué es lo que sigue? Que, o te humillas y Dios te perdona, o que, debido a la inmensidad de tu egoísmo, te vuelves aún más perverso y caes en el suicido, o renuncias al hábito monacal, etc. Por eso es que debemos pedirle al Señor que nos libre de semejantes tentaciones.

(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credinţă şi mântuire, Editura Bunavestire, Galaţi 2003, p. 18)