¿Es posible concentrarnos en nosotros mismos, aún en medio de la agitación que nos rodea?
El primer mandamiento que los Santos Padres le dan a quien quiera concentrarse en sí mismo, es la continencia al comer, con buen juicio, ecuanimidad y perseverancia.
El “alma” de todo lo que hacemos en el Señor es el recogimiento. Sin éste, toda nuestra actividad tendiente a Dios es estéril. Quien quiera salvarse debe ordenar de tal forma su vida, que pueda conservar esa capacidad de concentrarse en sí mismo, no sólo al apartarse de los demás, sino también en medio de la dispersión hacia la cual le puedan empujar las circunstancias, aún en contra de su voluntad. Que el temor de Dios sea más fuerte, en el corazón, que cualquier otro sentido. Entonces será fácil conservar ese recogimiento, tanto en la paz de nuestra celda como en la agitación que nos rodea desde todas partes.
La equilibrada continencia al comer, apaciguando la vehemencia de la sangre, ayuda mucho a ensimismarse. Y es que la efervescencia de la sangre, que proviene del comer sin medida, de los movimientos inadecuados del cuerpo, del fuego de la ira, del aturdimiento de la vanagloria, etc., puede provocar un sinfín de pensamientos y figuraciones. En otras palabras, induce a la dispersión. El primer mandamiento que los Santos Padres le dan a quien quiera concentrarse en sí mismo, es la continencia al comer, con buen juicio, ecuanimidad y perseverancia.
(Extras din Sfântul Ignatie Briancianinov, Experiențe ascetice)