¿Es posible que los espíritus malignos alcancen la salvación?
La caída de Adán fue redimida con la venida de Dios al mundo, con la Encarnación. Pero la caída del demonio no se puede enmendar sino por medio de la humildad.
¡Oh, si el hombre fuera capaz de percibir la maldad del demonio, lloraría día y noche! ¿Cuánto se entristece un hombre bueno cuando ve que alguien cambia, volviéndose un criminal? ¡Con mayor razón si no se trata de un hombre, sino de un ángel!
Una vez, mientras oraba, un monje sintió tanto dolor por los demonios, que, postrándose hasta el suelo, dijo: “Tú eres Dios, y si quieres puedes encontrar la forma de salvar a los miserables demonios, quienes, gozando al principio de una gloria sin par, actualmente representan toda la maldad y perversión del mundo, de forma que, si Tú no nos cuidaras, nos destruirían a todos”.
Mientras decía estas palabras, orando con dolor, a su lado apareció una cabeza de perro, que, sacándole la lengua, empezó a burlarse de él. Claramente, Dios permitió que esto sucediera para que el monje entendiera que Él está listo para recibirlos (a los demonios), y que solamente espera que se arrepientan, pero ellos no quieren salvarse. Sabemos que la caída de Adán fue redimida con la venida de Dios al mundo, con la Encarnación. Pero la caída del demonio no se puede enmendar sino por medio de la humildad. El demonio no se corrige, porque no quiere. ¡Qué alegría tan grande sería para el Señor! Lo mismo pasa con el hombre: cuando no quiere, no se enmienda.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești I – Cu durere și cu dragoste pentru omul contemporan, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu Schitul Lacu – Sfântul Munte Athos, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 62-63)