Esperar la venida del Señor
Pensar en la venida del Señor es algo distinto a pensar en la muerte. Y también son distintos los sentimientos que brotan bajo la influencia de estas dos clases de pensamientos.
“Estad en vela, porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si por la tarde, si a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y os encuentre dormidos”. Tenemos que esperar y pensar todo el tiempo que ahora, en este mismo momento, el Señor aparecerá y resplandecerá como un relámpago, a lo largo y ancho del mundo. Algunos piensan que ese esperar al Señor puede ser sustituido con la espera de la muerte. Esto tampoco es malo, pero esperar la venida del Señor es una cosa, y esperar la propia muerte es otra. Pensar en la venida del Señor es algo distinto a pensar en la muerte. Y también son distintos los sentimientos que brotan bajo la influencia de estas dos clases de pensamientos. Tú espera el día del Señor, cuando todo llegará a su fin con una decisión irreversible. Después de morir, hay un período en el que está por decidirse el paradero final del alma del hombre, pero en el día del Señor se decidirá el destino eterno de todos, y esta decisión será tan definitiva, que no habrá esperanza alguna de que pueda ser revocada.
“Ya he esperado mucho”, puede que digas, hermano. Sigue esperando. Y espera todavía más. “Pero esta espera terminará envenenando todo mi entusiasmo”, dirás. No te lo envenenará, sino que solamente apartará de tu vida esas alegrías que no merecen tal nombre. Y pasarás a regocijarte, pero solamente en el Señor. Y es que está bien esperar al Señor con esa forma de alegría, y si Él te encuentra en dicho estado, no solo no te castigará, sino que te encomiará.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 24)