Esta vida no es nuestro destino final, sino solamente una estación en el camino a la eternidad
Esto es lo mismo que hacen los viajeros y los comerciantes que parten a lugares lejanos: al volver, traen consigo el menor equipaje posible, evitando comprar cosas pesadas y voluminosas, difíciles de transportar.
Tienes que odiar, hermano principiante, los placeres carnales. No elijas más el camino de tu morada; más bien reconoce que eres un forastero, un ínfimo ser en esta tierra. Camina rápido, para llegar pronto a la felicidad verdadera, porque el Señor no expulsó al hombre del Paraíso para llevarlo a otro paraíso, o para que viviera entre deleites y placeres, sino para que llorara por sus pecados, para que bregara y se esforzara como un viajero, hasta que pueda volver a su patria. Por eso, lo que menos tiene que importarte en este mundo son las cosas pasajeras, porque lo verdaderamente esencial es lo que alimenta al alma.
Esto es lo mismo que hacen los viajeros y los comerciantes que parten a lugares lejanos: al volver, traen consigo el menor equipaje posible, evitando comprar cosas pesadas y voluminosas, difíciles de transportar. Para evitar ser robados por ladrones o malhechores, traen consigo cosas pequeñas pero significativas, como piedras preciosas y pequeños tesoros, que ocupan poco espacio y valen mucho. También tú, hermano, sabedor de que eres un forastero en este mundo y que pronto tendrás que volver a tu Patria, acuérdate de que no podrás llevarte ninguna de las cosas que ahora posees.
(Traducido de: Monahul Agapie Criteanul, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, p. 276)