Palabras de espiritualidad

¿Estamos en una de estas tres categorías, en nuestra relación con Dios?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“¿Es esto lo que quiere mi Padre? Lo haré. No me importa si me recompensa o no. Y aunque me castigara, está en Su derecho. Yo hago el bien sin esperar un pago o un castigo, sino solamente para agradarle a Él.

Los Santos Padres hablan de tres niveles, como expresiones de la relación entre el hombre y Dios. El estado de siervo, el estado de arrendatario (o administrador) y el estado de hijo. Los hombres se dividen en siervos, arrendatarios e hijos (de Dios).

Los siervos son aquellos que guardan los mandamientos de Dios porque le temen al infierno. Les asusta la sola idea de quedar lejos de Dios, porque piensan que Él los apartará y los castigará.

Los arrendatarios son los que obran el bien esperando una recompensa, deseando recibir el Reino.

Y los hijos son aquellos que hacen el bien solamente por amor a su Padre. “¿Es esto lo que quiere mi Padre? Lo haré. No me importa si me recompensa o no. Y aunque me castigara, está en Su derecho. Yo hago el bien sin esperar un pago o un castigo, sino solamente para agradarle a Él”.

Partamos del estado de siervos y, si Dios nos lo permite, esperemos llegar al de hijos.  Y aunque nos quedáramos en el estado de siervos, es Dios quien nos habrá de salvar. Lo mismo si seguimos siendo unos arrendatarios. La medida del estado de hijos es perfecta. Los primeros reciben una nota de “bien”, los siguientes un “muy bien”, en tanto que los últimos reciben un “excepcional”. ¡Procuremos, entonces, entrar en alguna de esas tres categorías! No nos apartemos al grupo de los apóstatas, con esos que han partido de casa y no son ni siervos, ni arrendatarios, mucho menos hijos del Señor, sino simplemente unos que se han perdido. Mantengámonos en uno de esos tres estados, esmerándonos en avanzar de siervos a arrendatarios, y, después, a hijos.

(Traducido de: Arhimandritul Epifanie TheodoropulosToată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, pp. 84-85)