Palabras de espiritualidad

¿Estamos realmente atentos a los anhelos del alma?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Para ser purificada, el alma cuenta con el agua del Bautizo y del arrepentimiento. Para nutrirse y fortalecerse, tiene el alimento divino de la Santa Comunión. Para santificarse y perfeccionarse, la Iglesia y sus santificados servidores. Y como recompensa por el esfuerzo de toda una vida, Dios le ha preparado, en el otro mundo, la felicidad del Paraíso.

Si el alma es lo más precioso que tenemos, nuestra principal y más grande preocupación debe ser cuidarla y procurar su salvación. El alma debe ser el centro de todas nuestras preocupaciones y esfuerzos. Desde luego, es bueno y normal cuidar también del cuerpo: su alimentación, vestirlo adecuadamente, ofrecerle una vivienda adecuada, etc.

El alma siente hambre y sed, como el ciervo que busca con insistencia un manantial. Pero lo que el alma busca es la verdad, la bondad y la belleza, como una planta necesita de la luz y calor del sol. El alma no puede crecer y no se puede desarrollar fuera de los rayos benefactores del amor y de la armonía entre las personas. El alma no sacia su sed, sino con las limpias aguas del llanto de contrición, y al orar. El alma no se siente bien, sino en el aire limpio de las buenas acciones y de la gracia divina que se halla la Iglesia.

Para ser purificada, el alma cuenta con el agua del Bautizo y del arrepentimiento. Para nutrirse y fortalecerse, tiene el alimento divino de la Santa Comunión. Para santificarse y perfeccionarse, la Iglesia y sus santificados servidores. Y como recompensa por el esfuerzo de toda una vida, Dios le ha preparado, en el otro mundo, la felicidad del Paraíso.

 

(Traducido de: Arhimandrit Sofian Boghiu, Smerenia şi dragostea ‒ însuşirile trăirii ortodoxe, Fundația Tradiția Românească, Bucureşti, 2002, p. 12)