La belleza de la naturaleza nos grita la existencia de Dios
Si le faltaran estas maravillas, el anfiteatro de la naturaleza perdería uno de sus más hermosos realces. ¡Y cuántos paisajes como el descrito se nos presentan en cada bosque, en cada arboleda, en cada jardín y en cada parque!
¿Queremos ver la hermosura del atuendo del invierno en todo su esplendor? Vayamos a cualquier alameda, cuando todo está lleno de escarcha, y veremos cómo el invierno pareciera competir con la primavera en maestría y destreza para embellecerlo todo. Ciertamente, se trata de una justa difícil de ganar, porque la primavera tiene a mano una gran cantidad de colores y pinturas, en tanto que el invierno no tiene sino un solo color: el blanco.
Sin embargo, a pesar de tener un solo color, el invierno es digno de admiración por la forma en que consigue crear muchísimos más atuendos que la primavera. Un lindísimo cortinaje, que se asemeja a un inmenso manto imperial, cubre los árboles, grandes y pequeños, desde la raíz hasta la punta de la copa; esta multitud de perlas y brillantes que centellean bajo la luz del sol y la luna, este esplendoroso paisaje de árboles inmóviles que parecen trozos de marfil, este silencio y esta paz santa, esta semi-oscuridad diurna y esta semi-luna nocturna, toda esa belleza llena de asombro a quien lo observa con total atención.
Sin duda alguna, si le faltaran estas maravillas, el anfiteatro de la naturaleza perdería uno de sus más hermosos realces. ¡Y cuántos paisajes como el descrito se nos presentan en cada bosque, en cada arboleda, en cada jardín y en cada parque! ¡Cuánto no apreciaría el hombre tanta belleza, si esas cosas fueran obra suya! No obstante, para el Creador celestial, todo eso no significa nada… ¡basta con que empiece a soplar un viento desde el Este o el Sur, y todos esos ornamentos desaparecerán, dejando los árboles completamente descubiertos! Pero, al día siguiente, nuevamente soplará el viento del Norte, llenando todo de una belleza indescriptible.
(Traducido de: Sfântul Inochentie al Odessei, Înțelepciunea dumnezeiască și rosturile naturii, Editura Sophia, București, 2012, p. 83-85)