Palabras de espiritualidad

¿Estás descontento con los sacerdotes?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¿Le has pedido a Dios un hijo, al menos, que se dedique a servirle a Él?

Cualquier confesor, indiferentemente de su situación material, su nivel cultural o incluso su acervo moral, es un representante de Dios, uno que Él eligió, y los fieles no tienen ningún motivo para eludirle. Este don, el del sacerdocio, es un don de Dios y depende sólo de Él, no del hombre que lo representa. A través de las palabras de Sus servidores (los sacerdotes), Dios te perdona, porque al hallarte debajo de la estola, frente al Altar, es ante Dios que te confiesas. A ti no se te piden las cualidades del sacerdote; a ti se te pide una contrición verdadera y la determinación de enmendarte.

¿Estás descontento con los sacerdotes? ¿Pero tú qué has hecho por los sacerdotes, para estar descontento con ellos? ¿Le has pedido a Dios un hijo, al menos, que se dedique a servirle a Él? ¿Realmente crees que sólo a los sacerdotes atañen todas las culpas? ¡Pero si ellos son los hijos del pueblo creyente! Y de la forma en que fueron formados, así son ellos. ¡Hay que procrear, entonces, más sacerdotes! ¡Sí, estoy diciendo que el pueblo es el responsable de no tener servidores de Dios más diáfanos, más cercanos al Reino de Dios!

El pueblo tiene, en todos los aspectos, las autoridades que se merece. Insisto. ¿Necesitamos mejores sacerdotes? ¡Engendrémoslos! Pero en la cabeza de todos está eso del aborto, oponiéndose al don de Dios, razón por la cual todos habremos de dar cuentas. ¡Procreemos hijos, pensando en que habrán de ser servidores de Dios entre los hombres! Esto dice la Escritura al respecto: “¿No ha hecho Él un solo ser, que tiene carne y espíritu? Y este uno ¿qué busca? ¡Una posteridad dada por Dios!” (Malaquías 2,15).

Esto es lo que Dios pretende con el matrimonio, y es lo que todos anhelan. Sin embargo, todos culpan a los retoños que han criado (sus hijos, los sacerdotes). ¡Aquí es donde empieza la sanación de nuestra nación! ¡Este es su perdón!

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Omul zidire de mare preț, Editura Credința strămoșească, p. 85-86)