Experimentar la contrición verdadera
El que vive la contrición, aunque hable desde las lágrimas y el dolor, experimenta algo muy poderoso, una auténtica alegría, una esperanza infinita, un hálito del Espíritu Santo que le da las fuerzas para soportarlo todo.
Es imposible describir lo santo. San Pablo conoció el tercer cielo y dijo que allí hay cosas que nuestra lengua no sería capaz de expresar. Pero, si el hombre que se arrepiente no es el que está a tu lado, cuyo sufrimiento y lágrimas puedes ver y describir, sino que eres tú mismo, entonces con los surimientos y las lágrimas conocerás una alegría silenciosa, una dulzura mística, pero tan grande, a pesar de ser mística, que no querrás apartarte del dolor y las lagrimas, porque sientes que algo santo ocurre en tu interior. Así, el que vive la contrición, aunque hable desde las lágrimas y el dolor, experimenta algo muy poderoso, una auténtica alegría, una esperanza infinita, un hálito del Espíritu Santo que le da las fuerzas para soportarlo todo, del mismo modo en que la madre, al parir, llena de esperanza hace frente a los dolores, sabiendo que ese mismo día sentirá la felicidad de tener a su hijo en sus brazos.
Así pues, digo: nosotros, los modernos, formados con una educación y una cultura intelectual analíticas, no vemos sino lo que “analíticamente” aparece sobre el papel, y carecemos de la suficiente intuición para presentir lo que hay detrás de las palabras. Por eso es que seguimos tropezando con cierto “dolorismo”, que es una actitud enfermiza.
(Traducido de: Ieromonahul Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, pp. 76-77)