Palabras de espiritualidad

Explicación de las causas de la tristeza

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

La tristeza de este mundo es como veneno. Está compuesta por una completa gama de sensaciones: de la elegía de la congoja, embellecida en tonos poéticos, hasta la peor apatía, la desolación y el insorportable tormento espiritual.

Los Santos Padres nos dicen que hay dos clases de tristeza: una, por Dios, y la otra, por las cosas del mundo. La primera es ese sentimiento benefactor de remordimiento por los pecados cometidos. Esta forma de tristeza trae la redención, porque, de acuerdo a las palabras del Santo Apóstol Pablo, “la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte” (II Corintios 7, 10).

La tristeza de este mundo es como veneno. Está compuesta por una completa gama de sensaciones: de la elegía de la congoja, embellecida en tonos poéticos, hasta la peor apatía, la desolación y el insorportable tormento espiritual. La tristeza mundana es producto de la ira, consecuencia de un descontento interior, debido a la imposibilidad de alcanzar determinadas expectativas, como lo dice el Apóstol Santiago: “Codiciáis y no poseéis” (Santiago 4, 2). De ahí que aparezcan el enfado, la impaciencia, el descontento, la pesadumbre, la falta de fe y los quejidos contra Dios. ¿Qué clase de motivos tiene la tristeza del mundo? La falta de dinero, una débil salud, los conflictos, el estrés...

No en vano hay un proverbio que dice: “Algunos se sienten tristes porque su sopa no es espesa y otros por no tener un diamante más grande”. Junto a los factores sociales y psicológicos, también los espirituales juegan un rol importante. Cuando quiere destruir al hombre, el demonio atrapa su corazón, aparta la serenidad que había en él y le perturba el alma con un desasosiego interminable.

Analizando los orígenes de la tristeza, San Juan Casiano subraya: “La pesadumbre en nosotros no siempre es provocada por alguien más, sino que, la mayoría de las veces, es causada por nuestros propios pecados, porque guardamos en nosotros causas ocultas de oprobio y la semilla de las pasiones, que inmediatamente después de que a nuestra alma viene la lluvia de las tentaciones, engendra maleza y produce malos frutos”.

(Traducido de: Konstantin V. Zorin, Genele și cele șapte păcate capitale, Editura Sophia, p. 133-34)