Fe y humildad, remedios para el que siente que ha perdido la esperanza
Usualmente, quienes caen en la desesperanza son precisamente aquellos que no obedecen a su padre espiritual. Esto es una norma. La desesperanza es la retribución que reciben por su desobediencia.
Es un camino complejo, el proceso de salida de la desesperanza. Requiere tener humildad y mucha fe. Y es que es por falta de fe que caemos en la desesperanza. No le creemos a Dios, Quien nos dice: “Al que venga a Mí no lo echaré afuera. Quien llame Mi nombre se salvará. No he venido para los justos, sino para los pecadores”. Pero no le creemos. Eso sí, cuando viene el demonio y nos dice: “No te salvarás, porque hiciste esto y aquello. ¡Dios ya no te ama!”, le creemos a pie juntillas.
Así pues, lo que se necesita es tener fe. Y recibir el perdón de Dios, simplemente, en la confesión. Si confesamos nuestra debilidad, ¿cuál podría ser la casua de nuestra desesperanza? ¿Algún pecado? No hay pecado que pueda superar al amor que Dios nos tiene. Entonces, significa que la razón es otra. Cuando sientas que en tu conciencia hay todavía algún pecado oculto, lo mejor es que vayas a confesarte y Dios te perdonará. Después de eso, la falta de confesión no podrá ser más la explicación para tu desesperanza, si Dios te ha perdonado. Luego, si vuelves a caer en la desesperanza, la causa es el estado de tu alma, tu poca fe, tu orgullo. Porque te parece que el perdón tendría que ser recibido después de practicar distintos sacrificios, llevando una vida totalmente pura… y no de parte de un hombre como tú. ¡Recibe lo que Dios te conceda, manteniéndote cerca de tu padre espiritual y poniendo todo tu empeño en hacer lo que este te prescriba!
Usualmente, quienes caen en la desesperanza son precisamente aquellos que no obedecen a su padre espiritual. Esto es una norma. La desesperanza es la retribución que reciben por su desobediencia. Dios quiere sacudirte y devolverte a la realidad, a la Iglesia. Así pues, tienes que volver a la obediencia a Dios por medio de la confesión y tratar de cumplir con el canon que te imponga tu padre espiritual. Asiste lo más seguido posible a los oficios litúrgicos. De la desesperanza y la melancolía se puede salir únicamente por medio de la oración comunitaria.
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, A iubi înseamnă a ierta, Editura Cathisma, București, 2006, p. 106-108)