Palabras de espiritualidad

¡Felices de los que se arrodillan bajo los brazos de Cristo crucificado!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Dichoso de tí, hombre, que estás de rodillas bajo los brazos de la Cruz del Señor! ¡Mira cómo la Sangre redentora gotea sobre tus lágrimas y pecados...! ¡Mira cómo tus manos abrazan con fuerza la Cruz de la redención, así como un náufrago se aferra a su única salvación, para no morir ahogado!

Al hombre que se arrodilla bajo los brazos de la Cruz, se le abren la mente y el entendimiento para encontrarse a sí mismo y el propósito de su propia vida. Arrodillado a los pies de la Cruz, descubre lo terrible de su pecado, tanto, que fue necesario que el mismo Jesús, Hijo de Dios, muriera por él y por el perdón de esa falta.

A los pies de la Cruz se entera del amor que Dios Padre y Dios Hijo sienten por él. A los pies de la Cruz descubre la noticia más importante que algún hombre podría escuchar: que Jesús es su Salvador, que murió por él y por sus pecados, para que fuera perdonado, parar recibir su amor y para salvarle.

¡Dichoso de tí, hombre, que estás de rodillas, bajo los brazos de la Cruz del Señor! ¡Mira cómo la Sangre redentora gotea sobre tus lágrimas y pecados...! ¡Mira cómo tus manos abrazan con fuerza la Cruz de la redención, así como un náufrago se aferra a su única salvación, para no morir ahogado! ¡Dichoso de tí, que has encontrado a Aquel que tanto te buscaba!

(Traducido de: Preot Iosif Trifa, Oglinda inimii omului, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2009, p. 45)