¡Guiemos nuestro rebaño con buena voluntad, no a la fuerza!
Nuestra ley y Quien la hizo nos ordenan guiar nuestro rebaño “con buena voluntad, no a la fuerza” (I Pedro, 5, 2).
El sacerdote debe atraer los fieles al camino de la virtud, por medio de la observancia de las suyas propias.
El sacerdote no debe conducir a sus fieles “a la fuerza”, sino atraerlos por medio de la convicción. Una acción hecha sin voluntad, además de ser forzosa, no es ni laudable, ni perdurable. Una persona que hace algo sin que sea su voluntad, regresa a su anterior forma de actuar, si luego es dejada libre; algo similar sucede con un árbol encorvado que es enderezado forzosamente. Al contrario, cuando se hace algo voluntariamente, esa acción es perseverante y duradera, porque se sostiene en el amor. Por eso, nuestra ley y Quien la hizo nos ordenan guiar nuestro rebaño “con buena voluntad, no a la fuerza” (I Pedro, 5, 2).
(Traducido de: Sfântul Grigorie de Nazianz – Despre preoţie, Editura Sophia, Bucureşti, 2004, p. 222)