Háblale a Dios como lo hace un hijo con su padre
Es preferible que los demás te consideren un torpe, por tu sencillez, que ser culto e ilustrado, pero orgulloso.
Acostúmbrate a dar a los pobres lo que no utilices para satisfacer tus necesidades, y después ora con esperanza y seguridad. Háblale a Dios como lo hace un hijo con su padre. No hay nada que acerque tanto el corazón a Dios, como lo hace la caridad. Y fuera de la pobreza voluntaria no hay nada que ofrezca tanta paz al alma. Es preferible que los demás te consideren un torpe, por tu sencillez, que ser culto e ilustrado, pero orgulloso.
Cuando alguien te extienda la mano para pedirte algo, no lo rechaces, porque si hace esto es porque en verdad lo necesita. Y cuando des, hazlo con alegría y fervor, ofreciendo siempre más de lo que se te ha pedido. Porque dice la Escritura: “Lanza tu fortuna al agua, porque mucho tiempo después la volverás a encontrar” (Eclesiástico 11, 1). No hagas diferencias entre pobres y ricos, ni pretendas distinguir entre quién es digno y quién no lo es; al contrario, actúa convencido de que todos son buenos. Haciendo esto, ayudarás al infame a volver a la bondad, porque el alma puede retornar con prontitud de las cosas carnales al temor de Dios. También el Señor se sentó a la mesa con publicanos y adúlteras, sin apartar a nadie, para atraer a todos al temor de Dios y a las cosas espirituales. Para esto, concédeles a todos la misma bondad y dignidad, aunque pertenezcan a otra creencia, o sean ateos, o hasta sean delincuentes, justamente porque cada uno de ellos es tu hermano, tu semejante, y puede que por ignorancia se hayan alejado del camino de la verdad.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, pp. 119-120)