¡Hablémosle al Señor!
Esto es una prueba de la más grande bondad: que el Creador de todo, el Dador de todo bien acepte las peticiones, el agradecimiento y la alabanza de Sus indignas e ingratas criaturas.
Cuando oremos, mostrémonos agradecidos con el Señor también por el hecho de permitirnos, a nosotros, que somos pecadores, abrir nuestros impuros y miserables labios para hablarle, y por atender nuestra súplica. Porque también esto es una prueba de la más grande bondad: que el Creador de todo, el Dador de todo bien acepte las peticiones, el agradecimiento y la alabanza de Sus indignas e ingratas criaturas. Y debemos orar con un corazón puro, porque la oración no se adhiere a un corazón sucio, tal como el fuego no se enciende cuando la madera está mojada.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Către păstorii duhovnicești, Editura Sophia, p. 198-199)