¿Hay alguien más débil que el orgulloso?
No hace falta gran cosa para evidenciar lo terrible de la herida del orgullo.
¿Por qué fue que el demonio aconsejó mal a Adán? Para que este buscara alzarse más allá de su naturaleza, esperando parecerse a Dios. Pensó el maligno: “Si esto hizo que a mí me echaran del Cielo, con mayor razón echarán al hombre del Paraíso”. Así, Salomón dice: “El Señor se opone a los orgullosos” (Proverbios 3, 34), No dice: “Dios ignora a los orgullosos”, o que los priva de Su auxilio, sino que Él “se opone a los orgullosos”.
Dios no necesita un ejército para luchar contra el orgulloso, porque ¿hay alguien más débil que este? Y tal como grandes son los sufrimientos del que ha perdido la vista, también lo son del orgulloso, porque no conoce a su Señor. Ciertamente, el origen de la soberbia es no conocer al Señor; por eso, el orgulloso se aparta de Su luz y es fácilmente vencido por los demás. Y aunque el soberbio fuera poderoso, ni aun así necesitaría el Señor luchar contra él, porque, si para crear todo lo que existe Dios necesitó únicamente Su propia voluntad, con mayor facilidad podría doblegar al que es presa de la vanidad.
¿Y por qué dice que Dios se opone a los orgullosos? Para demostrar cuán desagradable es el orgullo. Y no hace falta gran cosa para evidenciar lo terrible de la herida del orgullo. Pero si alguien quiere que le explique esto, que escuche. La Escritura suele hablarnos no solamente de los pecados, sino también de las causas de esos pecados. Y lo hace, fortaleciendo a los que están sanos espiritualmente, e instándolos a no caer en eso que provoca el pecado. Lo mismo hacen los médicos, cuando visitan a sus pacientes: antes de tratar la enfermedad investigan sus causas, para poder arrancarla de raíz y no trabajar en vano con tratamientos paliativos.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Dascălul pocăinței – Omilii și cuvântări, Editura Sfintei Episcopii a Râmnicului Vâlcea, Râmnicu Vâlcea, 1996, p. 134)