El conocimiento “carnal” está estrechamente vinculado al estudio del intelecto y el saber humano, a los deseos del cuerpo, y a la satisfacción de las pasiones del amor por el placer, la gula y la vanagloria. Es un conocimiento humano, porque se refiere a la invención y el cultivo de las artes, las ciencias y otros campos semejantes. Es el conocimiento que caracteriza a nuestro entero sistema educativo. San Isaac señala que, cuando cultivamos solamente esta clase de conocimiento, esto nos provoca temor y confusión, tristeza, desesperanza y cobardía ante los demás, porque nos basamos en la razón y en las fuerzas puramente humanas. Asimismo, esto nos causa temor a la muerte y a los demonios. Es un conocimiento que hace que el hombre parezca fuerte ante su semejante, aunque esencialmente sea débil en su relación con Dios e incluso ante el maligno. Es un conocimiento que se cultiva aún hoy, y que produce temor, incertidumbre, maldad y obcecación.

El conocimiento espiritual es aquel que tiene lugar cuando el hombre deja de concederle una gran importancia a la razón y procede al cumplimiento de los mandamientos de Cristo. El ayuno, la oración, la caridad, la lectura de la Santa Escritura, la obtención de las virtudes, la lucha y la perseverancia en contra de las pasiones, todos estos son los frutos de dicho conocimiento. El Espíritu Santo perfecciona este conocimiento, pero se necesita de la colaboración del hombre, para que se haga evidente su libertad.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Boala și tămăduirea sufletului în tradiția ortodoxă, Editura Sofia, pp. 63-64)