Hay personas que son como los árboles…
Esto es lo que pasa con aquellos que, cuando los azota el frío de alguna enfermedad, se arrepienten y dejan de pecar, prometiendo vivir en devoción y sirviéndole a Dios… Pero, al verse sanos nuevamente, regresan a sus apetitos y a sus acciones perniciosas de antes.
También el árbol, al llegar el invierno, se despoja de su follaje; pero, cuando regresa la primavera, bajo la acción de los rayos de sol, se llena de retoños y florece nuevamente.
Muchas personas hacen lo mismo. Cuando se sienten vencidas por el invierno, por el frío de las tribulaciones y las aflicciones, se despojan de sus apetitos y se esfuerzan en arrepentirse y en hacer todo para agradar a Dios. Pero, cuando el calor del bienestar les favorece otra vez, dan rienda suelta a sus viejos apetitos y, al igual que el árbol que se cubre otra vez de hojas, “reverdecen”, se emperifollan y se deleitan con toda clase de placeres terrenales.
Esto es lo que pasa con aquellos que, cuando los azota el frío de alguna enfermedad, se arrepienten y dejan de pecar, prometiendo vivir en devoción y sirviéndole a Dios… Pero, al verse sanos nuevamente, regresan a sus apetitos y a sus acciones perniciosas de antes.
Esa clase de personas no son verdaderos cristianos, sino solamente unos falsos, porque los verdaderos cristianos mantienen la misma firmeza tanto en el bienestar como en la tribulación, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la honra y en la deshonra, en el honor y en la humillación, en la libertad y en el sometimiento, en cualquier momento y lugar, practicando la contrición y fructificando en ella, gracias al amor y al servicio que profesan por Dios.
Luego, hermano, evita parecerte a quienes te he mencionado y persevera en todo, tanto en la felicidad como en la tristeza, renunciando todo el tiempo a tus apetitos y cumpliendo siempre con la voluntad de Dios. Si sientes que eres una de aquellas personas, te aconsejo que te corrijas, no sea que, hallándote en compañía de los falsos, escuches que Cristo te dice: “No sé de dónde sois” (Lucas 13, 25).
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, traducere de Olga Bersan, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 81)