Palabras de espiritualidad

Hemos discutido, sí. ¡Ahora, reconciliémonos!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Tenemos un enemigo terrible: el maligno. ¿Acaso no tenemos suficiente con él, como para que nos hagamos adversarios también entre nuestros propios hermanos de fe y de sangre? Cuando nos incita a actuar así, pareciera que el demonio nos hiciera aún peores que él. Un demonio no puede nunca oponerse a otro demonio. Y en esto, bajo la influencia del odio demoníaco, las personas se confrontan, cristiano contra cristiano, hermano contra hermano.

Tenemos un enemigo terrible: el maligno. ¿Acaso no tenemos suficiente con él, como para que nos hagamos adversarios también entre nuestros propios hermanos de fe y de sangre? Cuando nos incita a actuar así, pareciera que el demonio nos hiciera aún peores que él. Un demonio no puede nunca oponerse a otro demonio. Y en esto, bajo la influencia del odio demoníaco, las personas se confrontan, cristiano contra cristiano, hermano contra hermano.

Los malhechores, una vez se unen, se vuelven camaradas. El mismo propósito e intereses comunes los atan. Comen en la misma mesa y se respetan unos a otros como hermanos. Por otra parte, nosotros, los cristianos, seguimos el más alto objetivo común, la salvación de nuestras almas, y también compartimos la misma mesa espiritual, comulgando —del mismo cáliz— con el Cuerpo y la Sangre del Señor. Luego, aunque podría decirse que somos hermanos en Cristo, de hecho nos devoramos unos a otros como fieras salvajes, y somos aún más perversos que los malhechores. Las cosas han tomado un cariz tan anómalo, que nos hemos hecho camaradas del mismo demonio. Cuando éste se hace amigo nuestro, comenzamos a reñir con los demás. Sin embargo, si queremos reconciliarnos con nuestros enemigos, tendremos que reñir con el maligno.

En esta vida tan complicada es imposible, desde luego, tener una paz completa y profunda. Debido a nuestro estado de pecadores, es normal que aparezcan malentendidos y peleas entre las personas. Pero esto no significa que si hemos discutido con alguien, debemos permanecer para siempre como enemigos. ¡Hemos errado! Hemos discutido. ¡Ahora, reconcilémonos!

Tristemente, pocas personas buscan cómo reconciliarse después de discutir. Pocos son los que buscan vivir nuevamente como hermanos. Y menos son los que perdonan, de todo corazón, a sus enemigos, y además tienen paciencia con ellos. Sucede frecuentemente que esa enemistad permanece, creciendo y endureciéndose, llevando a las personas a la perdición eterna.

De todo esto podemos extraer que entre las personas hay tres clases de relaciones: 1. enemistad, 2. reconciliación y 3. paciencia y perdón a los demás, en situaciones de distanciamiento.

(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, Editura Predania, București, 2010, p. 126)