Palabras de espiritualidad

“¡Hijo, he aquí tu Madre! ¡Hija, he aquí tu Madre!”

  • Foto: Crina Zamfirescu

    Foto: Crina Zamfirescu

La Madre del Señor es el refugio de los pobres, es la protección de los que se hallan en peligro, es el bastón de los ancianos y el consuelo de los afligidos.

«Esta fiesta es, por excelencia, una celebración de la sanación. Ciertamente, en la Iglesia todas las fiestas son celebraciones de sanación, porque la Iglesia es un hospital espiritual en donde todos buscamos consuelo y cómo recuperarnos de nuestros padecimientos físicos y espirituales. En específico, esta fiesta es un don de la Madre del Señor para quienes sufren por causa de la enfermedad o cualquier otra debilidad. Hemos celebrado también, como establece la Iglesia, la santificación del agua, piriéndole a la Madre del Señor que nos cubra con su Manto luminoso, porque la Madre del Señor es fuente de paz, pureza y sanación. La Madre del Señor es el refugio de los pobres, es la protección de los que se hallan en peligro, es el bastón de los ancianos y el consuelo de los afligidos.

Desde lo alto de la Cruz, cercana ya la agonía, nuestro Señor Jesucristo le dijo a Su discípulo amado, San Juan el Evangelista, confiándole a Su Santísima Madre: “¡Hijo, he aquí tu Madre!”. En ese momento, la Madre del Señor devino en nuestra propia Madre, la de todos los hombres. Así pues, con gran júbilo y en el nombre del Señor, te digo a ti también: “¡Hijo, he aquí tu Madre! ¡Hija, he aquí tu Madre! ¡Acércate con el corazón abierto y con toda confianza a la Santísima Madre de Dios, porque ella es la Madre de todos nosotros!”. En estos tiempos tan difíciles, ella está entre nosotros. Hay un relato que nos cuenta lo que le sucedió en vida a un santo: en cierta ocasión, mientras oraba fervientemente, entró en éxtasis y se hizo digno de participar de la alegría del Reino de la Santísima Trinidad, viéndose en compañía de los ángeles y los santos. Sin embargo, no vio a la Madre del Señor… Confundido, preguntó en dónde estaba ella, y le respondieron que la Madre del Señor está todo el tiempo en la tierra, entre sus hijos, reconfortándolos, consolándolos y fortaleciéndolos. En verdad, ¡la Madre del Señor está entre nosotros, amado hermano, amada hermana! Pidámosle con toda confianza su auxilio, porque vivimos un período muy difícil, en el que desde todas partes se fomenta el pánico, el aislamniento y el distanciamiento social, pero la Madre del Señor nos da alegría, paz, serenidad, confianza y nos llama a la comunión fraterna.

Luego, ¡levantemos el corazón! ¡La Madre del Señor está con nosotros, y nadie podría estar contra nosotros! Amados hijos, algunos pueblos crecen constantemente en poder económico; otros, en poder militar. Como dice el Salterio, “hay unos que se jactan de sus caballos, y otros de sus carretas”. Hay pueblos que se envanecen por el nivel tecnológico que han alcanzado, otros por su nivel de civilización y fuerza, ¡pero nosotros nos preciamos de tener a la Madre del Señor, porque ella es nuestra protección, nuestra esperanza, nuestra sanación!».

Pidámosle con fervor: “¡Santísima Madre de Dios, oh Virgen, no no sabandones, no nos confíes al auxilio humano, sino ven tú a protegernos y salvarnos!”.

(Palabras del Obispo Macario en el curso de la Divina Liturgia de la Fiesta de la Fuente de Vida, celebrada en la capilla del Centro Episcopal de Estocolmo, el 24 de abril de 2020)