Palabras de espiritualidad

Hombre y mujer, cada uno es el pilar que sostiene al otro

    • Foto: Valentina Birgaoanu

      Foto: Valentina Birgaoanu

Entre hombre y mujer no puede haber una relación convencional, sino que debe tratarse de una entrega total. Sí, ninguna familia que vive en el amor y el temor de Dios mata a sus hijos.

Entre hombre y mujer no puede haber una relación convencional, sino que debe tratarse de una entrega total. Sí, ninguna familia que vive en el amor y el temor de Dios mata a sus hijos. Sin embargo, hay hombres que les piden a sus esposas que abandonen a sus hijos.

Aunque la labor de la mujer sea dura y exigente, mientras se halle en unidad espiritual con su marido, la familia seguirá siendo fuerte y dará frutos en lo que respecta a la educación de los hijos. Los esposos se estimulan y se apoyan mutuamente, para que la familia pueda ir venciendo las distintas dificultades de la vida. En esto consiste la vida conyugal. La misión del hombre es la de llevar el sustento para la familia, y la mujer debe saber administrarlo. No se trata del placer.

Los hombres viven cada vez más extraviados, porque hasta los mismos animales tienen sus propios preceptos. Ciertamente, los animales no se unen al azar, aunque no tengan raciocinio, como los hombres. Ellos siguen un orden fijado por Dios, Quien los creó. Por eso, la Iglesia no puede absolver de sus faltas a aquellos que viven en concubinato, mientras no se casen o no se separen. Lo mismo ocurre con aquellos que, aun estando casados por la Iglesia, mantienen relaciones fuera del matrimonio; en tanto no cese su adulterio, no podrán ser recibidos en la Confesión. En estos casos, se trata de un pecado cometido deliberadamente, por eso les digo a las personas (que están involucradas en algo así): “No puedo seguir adelante con esta confesión, porque no te puedo dar la absolución. ¡Me interesa volverlos a ver, pero quiero que la próxima vez vengan con buenas noticias!”.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Despre armonia căsătoriei, ediţie îngrijită de Ieromonahul Benedict Stancu, Editura Elena, Constanţa, 2013, pp. 66-67)