Hombre y mujer, creciendo juntos en lo espiritual
La mujer tiene la devoción “instalada” en su naturaleza. Pero puede suceder que el hombre —quien usualmente es más indiferente ante las cosas de la iglesia— sufra un cambio espiritual y avance con perseverancia en ese camino, al punto que a su esposa le resulte difícil alcanzarlo.
La mujer tiene la devoción “instalada” en su naturaleza. Pero puede suceder que el hombre —quien usualmente es más indiferente ante las cosas de la iglesia— sufra un cambio espiritual y avance con perseverancia en ese camino, al punto que a su esposa le resulte difícil alcanzarlo. En tales casos, es posible que la mujer empiece a envidiar a su marido, viendo lo mucho que este ha crecido espiritualmente. Cuando esto sucede, les aconsejo a los hombres que estén muy atentos. ¿Por qué? Porque, mientras más espiritual sea la vida del hombre, más animadversión recibirá por parte de la mujer, si ella no tiene la misma devoción. Si el hombre dice: “Se hace tarde… ¡vamos, que la Divina Liturgia está por empezar!”, la mujer le dirá: “Lo mejor es que vayas tú solo. ¿No ves todas las cosas que tengo que hacer?”. Y si el hombre dice: “¿Por qué está apagada la lamparilla?”, o si va y, después de ponerle aceite, la enciende, herirá el egoísmo de la mujer, quien empezará a reprochar: “¿Qué, ahora eres cura?”, “¿Desde cuándo eres un monje?”. Incluso, puede llegar a decir: “¿Es necesario tener una lamparilla encendida? ¡Sería mejor darle ese aceite a algún pobre!”.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie,Traducere din limba greacă de ieroschim. Ştefan Nuţescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 169-170)