Honrar a la Madre del Señor, guiados por el Espíritu Santo
Todo lo sublime que contiene nuestra Divina Liturgia, todo lo hermoso que le dedicamos a la Madre del Señor pudo ser compuesto solamente por el Espíritu Santo. Él es Quien nos exhorta a honrar a la Madre del Señor.
Para nosotros representa una gran alegría honrar a la Madre del Señor, pero tenemos que saber que la auténtica veneración a la Madre del Señor viene de Dios. Todo lo sublime que contiene nuestra Divina Liturgia, todo lo hermoso que le dedicamos a la Madre del Señor pudo ser compuesto solamente por el Espíritu Santo. Él es Quien nos exhorta a honrar a la Madre del Señor.
Por eso, pedimos ayuda para honrar a la Madre del Señor, incluso de ella misma. En la Santa Unción hay una oración a la Madre del Señor, en la cual decimos: “A ti, purísimo palacio del Rey celestial, siendo muy glorificada, te ruego, ampara mi mente, que está sucia por toda clase de pecados, y hazla una bella morada para la divina Trinidad, para que pueda exaltar y loar tu poder y tu infinita misericordia, y así pueda salvarme, yo, tu indigno siervo”.
Luego, cada uno de nosotros, presentándose ante la Madre del Señor, se considera indigno y le pide algo que necesita: su auxilio para tener una mente limpa de todo pecado, para hacerse morada de la Santísima Trinidad. Y, además, para poder ensalzar y glorificar el inconmensurable poder de la Virgen María. Por medio del poder de Dios tenemos el gozo de venerar a la Madre del Señor.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 53-54)