Es muy difícil luchar contra el orgullo. Porque nuestro ego se entremezcla con ese monstruo y nosotros no nos damos ni cuenta, Estamos ciegos. “Ciegos que guían a otros ciegos”. Y hay algo más. Desde pequeños se nos inculca: “¡Debes ser el primero de la clase!”, “¡Hijo, no seas como fulanito!”. ¿Qué es eso? Porque “los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. ¡Pero cuánto lleva entender estas palabras...!

El orgullo es el pecado más grande del hombre, porque surge de lo oscuro, realmente. El orgullo y el egoísmo caminan tomados de la mano. Pero, en donde habita la gracia de Dios, esos dos no pueden existir. Por eso, cuando decimos que alguien es una “gran persona”, el primer rasgo de su personalidad que nos lleva a considerarla “grande” debe ser su humildad. Porque la humildad es sinónimo del amor.

(Traducido de: Maica Gavrilia. Asceta iubirii, Editura Episcopiei Giurgiului, Giurgiu, 2014, p. 453)