Compartiendo la Gracia
En este mundo, mientras más se comparte la riqueza de la Gracia de Dios, más se multiplica en manos de aquel que la da a los demás
Yo quisiera, alegría mía, que también tú otuvieras para siempre este inagotable manantial de la Gracia de Dios y que te examinaras constantemente a ti mismo para saber si estás en el Espíritu de Dios o no. Y si te hallas en el Espíritu de Dios, entonces, bendito sea Él, porque no tendrás por qué apesadumbrarte el Día del estremecedor Juicio de Cristo. Porque “ahí en donde te encuentre, ahí te juzgaré”. Y si no estás en Él, es necesario analizar cuál es la razón por la cual el Espíritu Santo prefirió salir de ti, con tal de que te esfuerces nuevamente en encontrarlo y traerlo otra vez a tu interior, por Su Gracia. Asimismo, debes luchar tenazmente con esos enemigos que intentan alejarte de Él,, hasta que el polvo se disperse, como dijera el profeta: “A mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian. Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso”.
Así están las cosas, alegría mía. Por eso, busca la forma de alcanzar la virtud. Comparte los dones del Espíritu Santo con los demás, como si se tratara de una tea encendida, que no simplemente ilumina, ardiendo con una llama material, sino que también puede encender otras antorchas, sin perder con esto algo de su propia luz. Y si así están las cosas en lo que respecta a la luz terrenal, ¿qué podríamos decir sobre la luz de la Gracia del Santísimo Espíritu de Dios? En este mundo, mientras más se comparte la riqueza de la Gracia de Dios, más se multiplica en manos de aquel que la da a los demás. Por esta razón fue que el Señor le dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”.
(Traducido de: Sfântul Serafim de Sarov, Viața, nevoințele și învățăturile, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 337-338)