Humildad y paciencia, para apartar las pasiones
¡Era admirable ver cómo el anciano diácono se situaba entre los últimos, asumiendo los trabajos de obediencia más severos, y como les pedía a todos que oraran por él!
San Juan Climaco nos habla de un piadoso asceta, el archidiácono Macedonio, quien, por causa de una insignificante falta, fue reprendido y castigado por el higúmeno del monasterio, apartándolo del servicio como diácono durante 40 días. Durante ese tiempo de penitencia, Macedonio debió permanecer con los últimos hermanos, e incluso practicar trabajos de obediencia más duros que los de los novicios.
Cuando el período de 40 días terminó —el cual fue soportado por Macedonio con humildad y paciencia—, el castigo le fue levantado. Pero, justo en el último día, Macedonió le suplicó al higúmeno que le prolongara el tiempo de penitencia, porque había cometido otro pecado, uno imperdonable. El higúmeno aceptó a regañadientes, porque, conociendo la rectitud e integridad de Macedonio, no creyó que el venerable monje hubiera cometido una falta tan grave. Sin embargo, para ayudarlo a fortalecerse en la paciencia, le impuso el mismo período de penitencia. ¡Y en verdad era admirable ver cómo el anciano diácono se situaba entre los últimos, asumiendo los trabajos de obediencia más severos, y como les pedía a todos que oraran por él! Finalmente, le contó a San Juan Climaco por qué pidió semejante forma de humillación: “Nunca en mi vida había intentado un medicamento semejante en contra de la pasión del desenfreno y nunca sentí tanta dulzura de parte del mundo divino, como entonces”.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Răbdarea. Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, București, 2007, pp. 24-25)