Incluso las adversidades tienen un sentido y un provecho
En esto se evidencia nuestro amor a Dios, cuando enfrentamos las tribulaciones con tranquilidad y alegría. Porque, reconociendo nuestra endeblez y nuestra pobreza, nos hacemos humildes.
«Es imposible mantenerse todo el tiempo en el mismo estado. Por eso, tenemos que mantenernos siempre atentos, esperando el ataque que puede venir desde fuera o desde dentro de nosotros. Lo único que tenemos que evitar es dar lugar a ese ataque, ya sea con nuestros propios pensamientos o con nuestra soberbia actitud. Por eso, es preciso que aprendamos a cultivar pensamientos de humildad, para que las flechas del maligno pasen de largo y no nos toquen.
La vida espiritual no consiste solamente en gustar la dulzura y el consuelo que esta puede ofrecernos, sino especialmente en la paciencia con alegría, cuando ese consuelo nos falta, y en la paciencia en las aflicciones. En esto se evidencia nuestro amor a Dios, cuando enfrentamos las tribulaciones con tranquilidad y alegría. Porque, reconociendo nuestra endeblez y nuestra pobreza, nos hacemos humildes.
Acuérdate de la estabilidad que tenías al principio, cuando gozabas de los consuelos espirituales. ¿Qué ganaste? Cuando te faltaron esos consuelos, una profunda desolación, y hasta estuviste a punto de caer en la desesperación, cuando, más tarde, las oleadas de las pasiones te embistieron. ¿Ves, entonces, cuán frágil puede ser ese consuelo si no te da la humildad, sino que solamente te embelesa? Si no pruebas también la adversidad, peligra también aquello que te hace humilde. Al contrario, la cruz nos hace partícipes de los sufrimientos de Cristo y de Su gloria, esi sí, solamente cuando Él disponga dárnosla y solamente cuando nos sea de provecho».
(Traducido de: Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, volumul I, Editura Egumenița, Galați, 2009, pp. 159-160)