¡Ingenuo el que crea que puede seguir a Cristo sin derramar una lágrima!
Aunque nuestro corazón se ha endurecido por su egoísmo animal (...), existe un Fuego capaz de derretir metales y las rocas más duras (...). Sólo el amor santo puede hacer que broten lágrimas del corazón del cristiano (...). Allí donde no hay amor, tampoco hay lágrimas, aunque nos sometamos al ascetismo más difícil, con meditaciones profundísimas, largos ayunos y normas severas de vida (...)
¡Ingenuo el que crea que puede seguir a Cristo sin derramar una lágrima! Tomen una nuez seca, pónganla dentro de un potente triturador y verán cómo brota aceite de ella. Así sucede con nuestro corazón, cuando el fuego invisible de la palabra de Dios lo llena por completo. Aunque nuestro corazón se ha endurecido por su egoísmo animal (...), existe un Fuego capaz de derretir metales y las rocas más duras (...). Sólo el amor santo puede hacer que broten lágrimas del corazón del cristiano (...). Allí donde no hay amor, tampoco hay lágrimas, aunque nos sometamos al ascetismo más difícil, con meditaciones profundísimas, largos ayunos y normas severas de vida (...). De acuerdo a las enseñanzas de los Santos Padres, la ausencia de lágrimas demuestra que nuestra oración no ha llegado ni siquiera al primer nivel de su escalada hacia Dios. (Archimandrita Sofronio Saharov, en: Vom vedea pe Dumnezeu precum este, traducere din limba rusă de ieromonah Rafail Noica, Bucureşti, Sofia, 2005]).
(Traducido de: Ilarion Alfeyev, Mitropolit de Volokolamsk, Taina credinței. Introducere în teologia dogmatică ortodoxă, Editura Doxologia, p. 294)