Palabras de espiritualidad

“Irritabilidad”, una palabra moderna para disfrazar la ira

  • Foto: Valentina Birgaoanu

    Foto: Valentina Birgaoanu

Cuando montas en cólera, dejas de pensar correctamente, porque tu mente está como nublada.

San Juan Casiano dice que no debemos enfurecernos, con justicia o sin ella, porque la ira oscurece la mente. Así como la embriaguez oscurece la mente, también la ira empaña nuestros pensamientos. Cuando montas en cólera, dejas de pensar correctamente, porque tu mente está como nublada. Dice San Juan Casiano que, tengas o no motivos justos para enfadarte, no debes dejarte llevar por la ira, porque es como si pusieras sobre tus ojos una capa de plomo o de oro, que te impide ver. Así, él recomienda no enfadarse, así sea que nos acompañe la razón. Porque, si disipas a tiempo la causa de tu enojo, no llegarás a la ira. En la “Antología Sánscrita” (de George Cosbuc, N. del T.) se dice: “La ira, en los hombres buenos, nace muerta, se evapora. En los sensatos, dura sólo unos minutos. Pero, en los incultos, vive largamente: cinco años en los tontos del montón, toda la vida en los miserables”.

La ira, de hecho, tiene muchas manifestaciones. San Juan Climaco, hablando de ella en su “Escala”, dice: “Atemos la ira con las cadenas de la mansedumbre, golpeémosla con la paciencia, traigámosla ante la mente para enjuiciarla, exclamando: «Dinos, oh vergonzoso y demente vicio, ¿quién es tu padre, cómo se llama tu madre, quiénes son tus hijos, quién se te opone y quién te derrota?» Y ella responderá: «Mi padre es la vanidad...»”. es decir, el orgullo. Usualmente, la ira se encuentra relacionada con el orgullo (San Marcos el Asceta, en su “Carta a Nicolás el Monje”, que encontramos en el primer volumen de la Filocalia, dice, “El árbol de la ira es rociado en su raíz con las pestilentes aguas del orgullo). Luego, siempre hay un vínculo entre orgullo e ira, aunque esta última puede tener muchas otras causas. Pero veamos que más pone San Juan Climaco en boca de la ira: «y madres tengo más: la avaricia, la disipación, algunas veces el desenfreno y otras la misma gula».

Debemos avergonzarnos cada vez que sintamos que nos enfurecemos. En estos tiempos se utiliza cierto eufemismo para endulzar las cosas: no se dice que la persona es mala o iracunda, sino que es “irritable”. Pues bien, antes no existía tal “irritabilidad”, sino solamente la ira y la maldad.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 90-91)