La alegría como rasgo de una correcta vida espiritual
Muchos han dicho—aunque estas palabras suelen ser atribuidas a Francisco de Sales— que “un santo triste es un triste santo”. El mismo San Serafín de Sarov, quien decía que el propósito de la vida cristiana es obtener la Gracia del Espíritu Santo, saludaba a todos con estas palabras: “¡Alegría mía!”.
La alegría es otro eje esencial de la espiritualidad ortodoxa. […] Para el Oriente ortodoxo, todo es causa de felicidad. El nacimiento es alegría, porque el mundo es bello y su Soberano es Dios; la vida es alegría, porque es un don de Dios; la muerte también es una alegría, porque es la puerta que conduce a Dios. La oración misma lleva a la alegría. La vida también es una alegría, sea en medio del mundo o en la soledad del desierto. Dice Paladio de Galacia: “No he visto, entre quienes viven en lo solitario, a ninguno que parezca lóbrego o triste. En verdad, no hay nadie en este mundo que pueda vivir con la alegría y la fascinación que ellos demuestran tener”.
Incluso los que viven inundados por el llanto no son seres tristes, sino que se declaran felices. Los ascetas suelen tener aspecto de ángeles, como se dice del gran Arsenio y del aún más grande Antonio. En la “Vida de San Antonio” se nos dice que este tenía un rostro sereno y solo con verlo era posible reconocerle, aun por parte de quienes nunca antes le habían visto. Siempre estaba feliz. Muchos han dicho—aunque estas palabras suelen ser atribuidas a Francisco de Sales— que “un santo triste es un triste santo”. El mismo San Serafín de Sarov, quien decía que el propósito de la vida cristiana es obtener la Gracia del Espíritu Santo, saludaba a todos con estas palabras: “¡Alegría mía!”.
(Traducido de: Antonie Plămădeală, Mitropolitul Ardealului, Tradiție și libertate în spiritualitatea ortodoxă, Editura Pronostic, București, 1995, p. 88)