La alegría de ser hijos de la Madre de Dios y la vida del novicio
Al poner en movimiento nuestra voluntad, la Gracia vendrá sin demora. Orando intensamente a Dios, queriendo y esforzándonos constantemente, la Gracia no nos faltará. He aquí el misterio inicial —y eterno— de nuestra victoria.
¿Cuál es la virtud más importante para los principiantes, para poder vencer las tentaciones y las pasiones interiores y exteriores?
—Desde el principio, Dios creó al hombre con esta poderosa y ampliamente debatida facultad: el libre albedrío. Esto es lo primero que se nos pide: querer vencer las tentaciones. Y, al poner en movimiento nuestra voluntad, la Gracia vendrá sin demora. Orando intensamente a Dios, queriendo y esforzándonos constantemente, la Gracia no nos faltará. He aquí el misterio inicial —y eterno— de nuestra victoria.
La Gracia es de naturaleza divina, es una “energía no-creada”, como dice San Gregorio Palamás. Desde sus primeros pasos en la vida monástica, que está llena de misterios y significados profundamente hermosos, el novicio haría bien en dirigir su corazón y cultivar una especial devoción, silenciosa y con toda esperanza, hacia la Madre de Dios. Y luego, siempre, con alegría en el corazón, reconocerse como su hijo amoroso y casto, y la Madre de Dios le mostrará con creces cuánto se alegra en ser su Madre.
Una virtuosa monja oraba así a la Madre de Dios:
“Oh, Santísima Madre de Dios, demuéstrame que eres mi madre”.
Y la Madre de Dios le respondió:
“¡Demuéstrate tú que eres mi hija!”
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 1, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 40)