La alegría en Dios
El cristiano se alegra cuando siente la presencia de Dios. Se alegra cuando está cerca de los demás.
La alegría en Dios no consiste en reir, cantar, bailar, festejar y divertirse. La alegría en Dios es un estado interior. “Es el estremecimiento del alma”, dice San Basilio el Grande. La alegría en Dios es una satisfacción interior, es la dulzura del alma, la mansedumbre, la paz, la devoción, el gozo agradecido y olvidar lo desagradable... todo a la vez. Es, de acuerdo a San Juan Crisóstomo, “la plenitud de las cosas”
Esta alegría no reside solamente en las manifestaciones exteriores. Y no porque no pueda adquirir tales expresiones, como la sonrisa, el aire de celebración, etc. Es que no se limita solamente a esto. Puede existir aún sin tales exteriorizaciones, aunque, de acuerdo a la Santa Escritura, “un corazón contento alegra el semblante” (Proverbios 15, 13).
Sin embargo, puede ocurrir que el rostro no refleje la alegría que siente el alma. El rostro puede estar lleno de lágrimas, aunque el corazón del hombre salte de contento. De igual forma, es posible que el hombre esté triste, pero en el fondo se sienta feliz.
El cristiano se alegra cuando siente la presencia de Dios. Se alegra cuando está cerca de los demás. Se alegra por amor a Dios y cuando están presentes sus seres más cercanos.
El cristiano se alegra cuando obra el bien y la justicia. Y, como dice San Teodoreto, “quienes realizan el bien y la justicia, están llenos del verdadero regocijo”.
Se alegra cuando cumple con la voluntad de Dios o cuando hace algo para glorificarle, como dice el gran Basilio: “La alegría en Cristo existe cuando se hace algo para gloria de Dios y de acuerdo a Su voluntad”.
Se alegra por causa de la esperanza, cumpliendo con el mandamiento de la Escritura, que dice: “¡Alegraos en la esperanza!” (Romanos 12, 12).
Se alegra cuando tiene una “tristeza feliz” y un “llanto gozoso”, como los llaman nuestros Santos Padres.
Se alegra cuando quienes le rodean se alegran, cumpliendo con la palabra: “¡Alegraos con los que se alegran!” (Romanos 12, 15).
Se alegra para gloria de los santos. Se alegra para gloria de la Iglesia..
Se alegra por la Resurrección de Cristo, que es un gozo que le llena por completo.
“Se alegra siempre en el Señor”, como dice el Apóstol (Filipenses 3, 1; 4, 4).
El cristiano se alegra en la alegría de Dios. Y dondequiera que exista esa alegría, no existe el temor a la pesadumbre, en palabras de San Eusebio: “Allí en donde está el gozo en Dios la tristeza no se presenta”.
(Traducido de: Arhimadrit Spiridonos Logothetis, Deprimarea şi tămăduirea ei în învăţătura Bisericii, Editura Sophia, pp. 102-104)