¡La altivez y el egoísmo destruyen cualquier virtud!
Si alimentamos el sentimiento de que hay virtudes en nuestra alma, nos llenaremos de egoísmo… Y al egoísmo no solo hay que rechazarlo, sino que incluso hay que odiarlo.
El padre Eusebio (Giannakakis) solía ser indulgente, pero también podía ser muy severo cuando lo consideraba necesario. Por ejemplo, cuando, en vez de contrición y remordimiento, veía solo altivez y egoísmo, respondía:
—¿Acaso crees que lo que me estás diciendo te abrirá las puertas del Cielo? Ese descontento oculta un gran egoísmo. Dios no te va a preguntar si los demás te amaron. ¿Tú los amas? ¿Y si un día Dios te dice que no tienes razón? Luego, despójate de ese “yo” egoísta y azótalo con fuerza… Todos tenemos que luchar contra ese “yo”. “¡Miserable!”, hay que decirle. Es necesario llegar al punto de sentir repulsión por ese “yo” nuestro. ¡Y verás cómo el amor empieza a rebosar sobre todos los demás!
El egoísmo destruye todas las virtudes, como si fuera un tractor. ¡Cuánto bien nos hace sentir que no somos nada! De lo contrario, si alimentamos el sentimiento de que hay virtudes en nuestra alma, nos llenaremos de egoísmo… Y al egoísmo no solo hay que rechazarlo, sino que incluso hay que odiarlo… El Señor está siempre al lado del alma que se hace humilde.
(Traducido de: Părintele Eusebiu Giannakakis, Să coborâm Cerul în inimile noastre!, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 10-11)