La analogía entre la humildad y la tierra
La humildad comparte el estado de la tierra. La tierra está siempre ahí, en el mismo lugar, aunque no nos acordemos de ella; todo el tiempo pisoteada, el lugar al que arrojamos lo que rechazamos, todo lo que nos sobra.
La palabra “humildad” viene del latín “humus”, que significa tierra fértil. Para mí, la humildad no es ni de cerca eso que solemos creer que es: la forma engañosa en la que intentamos imaginarnos que somos los más viles de todos y buscamos convencer a los demás de que nuestro comportamiento artificial demuestra que somos conscientes de ello.
La humildad comparte el estado de la tierra. La tierra está siempre ahí, en el mismo lugar, aunque no nos acordemos de ella; todo el tiempo pisoteada, el lugar al que arrojamos lo que rechazamos, todo lo que nos sobra.
La tierra siempre está ahí, en silencio, aceptando todo, y, milagrosamente, transformando todo lo rechazado en una nueva riqueza, a pesar de su degradación, convirtiendo la podredumbre en una fuerza vital, en una fuente de fructificación, receptiva al sol y a la lluvia, lista para recibir cualquier semillla que pongamos en ella, para devolverla incluso por centuplicado.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Școala rugăciunii, Editura Sophia, București, 2006, pp. 46-47)